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LA MAQUINARIA DE LA EDUCACIÓN


La verdadera educación, tuvo su propio sello de origen en alguna de sus posibilidades iniciales… Quizá en alguna época perdida en los anales de la historia; entre la hoguera y la destrucción, de toda referencia olvidada hacia la idea de educar, o algo que se le parezca.

Ex ducere, del latín, hizo referencia a la idea de la Verdadera Educación, en su origen, refiriéndose a “sacar” o “extraer”, lo mejor de cada uno; de dentro a fuera.

Tengamos en cuenta que un niño es un genio único e irrepetible desde su nacimiento. Su manera de expresarse es única, su trazo un rasgo irrepetible, su voz una frecuencia insustituible, su visión una mirada única; su impronta, como una huella dactilar, solo nos habla del término “exclusividad”, mucho más allá de todas las ideas sobre lo exclusivo que hemos entendido a través de, por ejemplo, la moda.

Un niño está fuera de toda moda porque es la moda en sí mismo: Un modelo exclusivo de la manifestación de la vida, cada vez que gesticula, actúa, habla o se mueve.

Todo en él es genialidad en estado puro, y su misión está consagrada a la danza de su fusión con el universo, contribuyendo en su mejora y enriquecimiento.

Su posibilidad la siente ilimitada y permanente, porque aun es “Uno con el Todo”, y a la vez es “Uno” con su capacidad de crear y manifestarse; con toda la dote de su sello irrepetible.

Vulnerable. Exquisitamente inocente; con la presencia de la Divinidad todavía de su mano, viene para alumbrar al mundo y llenarlo con la luz de su presencia sagrada.

Sagrado… “intocable”, y digno del amor incondicional en su forma de respeto más elevada, es sin embargo, sistemáticamente mancillado, contaminado, adulterado y lacrado; destruido y aniquilado en nombre de “la educación”.

El resultado para ese niño de su “educación”, en este mundo alienado y sistematizado; instrumento zombificador de la esencia en su estado más puro, acaba por manifestar su ruidosa expresión vacía, en una ilusión de datos y listas de datos; de números y listas de números, en colas de abandonados desechos de la maquinaria social, catapultado hacia la meta y castración de conseguir un trabajo que nunca fue suyo, y rogando por un número de “sanidad”, que siempre tuvo.

Sobreviviendo, a todo esto, para ser cuidado al final de su aventura, exhausto y enfermo, como si “la vida le fuese en ello”.

Todavía tendremos que escuchar y entender como “lo normal”, para elevar la tensión de “nuestra debacle humana educativa”, que “faltan recursos para la educación”, o que “tantos otros se quedarán sin su preciado derecho”; fundamental, por otro lado, para poder prosperar en este circo de máquinas con nombre y apellidos.

No resultará difícil interceptar como irrisorios, los trampeados términos que nos vendieron en palabras de libertad o independencia, cuando ser libre en este mundo es sinónimo de esclavitud, a cambio de no morir de hambre para empezar, y ser independiente una milonga para los sentidos.

Las interminables cosechas de códigos provenientes de un complejo sistema educacional, acabarán de raíz con toda posibilidad, y el Hombre-Dios; lo Divino de lo Humano… seguirá estando perdido en su inocencia innata, haciendo fuerza desde la sombra aplastada con toda su ternura y terquedad atemporal, desde ese niño que alguna vez osó unir la tierra con las estrellas…

Desde ese brillo de unos ojos que, sin juzgar, aún pervive en el fondo de cada uno de nosotros; cada vez que un nuevo retoño de la creación, persistente, viene a este mundo a recodarnos con su dulzura quienes somos, y a qué hemos venido aquí.

- José Vaso -

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