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ENAMORADOS


El enamoramiento proviene del impulso biológico original que funciona como recurso de cortejo para el apareamiento entre especies, desproporcionado y prolongado en una situación magnificada en el caso del humano, teniendo en cuenta su des-naturalización y perversión desde su parte animal más primaria.

Si el animal, se encuentra en un estado de trance durante este eventual proceso de cortejo, la hipnosis causada por el exceso hormonal de este recurso, en el hombre, puede llegar a prolongarse a través del tiempo de forma que supera todas las expectativas conocidas en biología.

El sexo y las emociones son indistinguibles para el inconsciente, de modo que el cóctel está asegurado.

Es por eso que, una vez pasado el periodo natural de "apareamiento", el exceso segregado de estrógenos, testosterona y dopamina vuelve a su nivel de normalidad.

En el caso del humano, (o al menos los especialistas están de acuerdo en el dato), el periodo de enamoramiento dura entre 16 meses y dos años.

Según el psicólogo Walter Riso, "Es una fase de locura transitoria en la que idealizas al otro y donde baja el coeficiente intelectual. Te vuelves obsesivo y no ves sentido a la vida si no es a través del otro".

Por otro lado, los neurocientíficos parecen haberse puesto de acuerdo, también, en que en nada se diferencia la situación de cualquier adicción conocida, como por ejemplo a la heroína.

Razón por la cual, si quieres conservar o revivir ese estado te verás obligado a cambiar de pareja cada dos años...

Para saciar nuestra insaciable-mente-separada, nos hemos acostumbrado a la búsqueda compulsiva de recursos tan placenteros como placebos y el enamoramiento ha sido uno de los más activos, formando parte de los aditivos y adictivos culturales más comúnmente ensalzados y dispensados como moneda de curso común.

Si además, prohibimos la sensación a modo transgeneracional, ya que de todos es conocida la máxima entre las madres con respecto a la "educación" de su progenie femenina: "las mujeres no se enamoran", ya que priorizamos así la procreación y la supervivencia asegurando una relación "responsable", con un "hombre de bien" (no importa aquí su edad ni su apariencia ni siquiera su cultura) que esté dispuesto a asegurar la proyección familiar con santa determinación, solvencia económica y suficiente implicación para la causa...

  • Los hombres tradicionalmente fueron educados para mantener a las familias.

  • Las mujeres para parir hijos y sacarlos adelante.

La doctrina del enamoramiento, paralelamente, ha sido el relevo para lanzarnos a la búsqueda incesante de placentero romance idealizado con la pareja que siempre se anheló y nunca se tuvo.

Estas son las nietas de aquellas abuelas que no "pudieron amar", o al menos siquiera elegir su hombre de entre los que le gustaban, pues siempre eran los menos indicados.

¿Cómo no va a estar sobre valorada una cuestión en principio puntual y biológica, en un mundo completamente distorsionado donde nada es ya natural y mucho menos lo que parece?

Tendremos entonces que, "la fuerza del amor", es utilizada en todos los casos en los que el inconsciente nos lleve de su mano, con fuerza y determinación, a sufrir situaciones donde el celo y el recelo, la pasión sin entendimiento y esa fuerza natural-des-naturalizada, (ya al servicio del drama de la incomprensión propia), aturda nuestros sentidos una y otra vez hasta el desgaste mismo de nuestras energías en fase de conflicto sin solución.

Sin comprender muy bien lo qué nos pasa, caemos una y otra vez en la red de la trampa de la procreación, entrelazada con el resto de los excesos que nos lanzan hacia una búsqueda en el exterior de aquello que nos falta en el interior, donde nunca podrá ser encontrado y mucho menos satisfecho.

Enlazando este fenómeno con el transgeneracional, aparecerá una variada serie de opciones a la carta, desde reparaciones por ausencia de romance en el árbol, (sensación frustrada programadamente a través de la literatura y el cine), necesariamente acompañado de repeticiones basadas en amores imposibles, hasta las incontables variantes en que, el enamoramiento, será utilizado como cebo y carnada-trampa para llevarnos a reparar a través de las famosas "relaciones tóxicas", cuyo fin incluirá, en el inesperado paquete, la segura proyección de vernos en el espejo más potente que jamás llegamos a imaginar.

-José Vaso-

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