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ADICCIONES: La Gran Etiqueta


No existen las adicciones como tal.

Existen los recursos sostenidos de amparo, sustitución, compensación o supervivencia.

En nuestra sociedad contemporánea se ha instalado la creencia en las adicciones, como si de algo en sí mismo se tratase, valorando y tratando el efecto sin atender a la causa, ya desvinculada de un sentido que va mucho más allá de una primera interpretación.

Lo que conocemos por"adicción", es un síntoma de algo mucho más profundo, y tiene unas causas que son las verdaderas razones que sustentan aquel compuesto, sea el que sea, que se manifiesta como un efecto, tal cual ocurre con cualquier síntoma, ya que el propio término indica resultado.

Si "síntoma" solo indica "resultado", es porque antes hay una causa forzosa, razón por la cual, como ocurre con cualquier tipo de resultado, poco o nada solucionaremos tratando de intervenir una y otra vez en algo que solo es el resultado de, aquello que sea, que produce determinado síntoma o resultado. Esto, que comienza a sonar un tanto redundante, nos recuerda a aquella vieja pregunta que, por su simpleza, puerilidad, tontería y necedad, puede causar cierto estupor, teniendo en cuenta que era la prueba crucial para ascender, a sargentos, a aquellos soldados norteamericanos de alguna guerra cualquiera, por casos forzosos de urgencia o necesidad.

La pregunta era la siguiente:

Teniendo en cuenta que el último vagón de un tren es el que sufre las peores consecuencias en caso de accidente... ¿Cree usted conveniente suprimir ese último vagon para evitar estos daños?

Alarmantemente, sobra decir que la mayoría de los soldados respondían:

-"Señor, si, Señor: ¡Me parece una estupenda idea señor!".

Aquellos que respondían que siempre habría un último vagón, eran ascendidos a sargentos de inmediato.

Esta situación, por mucho que se encuentre reincidentemente respaldada por universidades de medicina o psicología de todas las estirpes, es homóloga en cuanto a necedad y simpleza al tema que nos ocupa, pues de nada servirá tratar el resultado de algo cuya causa continuará, por más que tratemos de cercenar el síntoma que manifiesta determinado resultado.

Además, lo que llamamos adicción ayuda de muchas formas al afectado, incluso a sobrevivir, tal cual es el caso de drogodependientes que perviven durante años en condiciones infrahumanas, y es justo por este factor.

Si tratamos de desprendernos de una adicción como si de un mal genérico se tratase, estaremos empeñados en quitar el último vagón de un tren que siempre tendrá otro y después otro...

A través de un proceso de desprogramación, donde conocemos e intervenimos las causas de aquel recurso que estamos utilizando como tabla de salvación, la adicción sin embargo comienza a dejar de tener sentido.

Y sin esfuerzo, la adicción desaparece.

Para dejar un ejemplo ilustrativo sobre esto, se dice que un alcoholico siempre lo será, beba o no beba, de ahí que cuando alguien lleva 3 años sin beber, todavía diga.: "Me llamo fulano de tal y soy alcoholico".

Y tiene sentido en cierto modo, atendiendo al mismo principio de inconsciencia que hará que el nieto de un alcoholico no pueda probar una gota de alcohol, o repita, bebiendo con tanta insistencia como el abuelo.

Estaríamos viendo aquí una síntesis antagónica del compuesto "alcoholismo", que continúa manifestándose en ambas caras de la dualidad.

Es cuando hacemos un cambio en las estructuras emocionales que, esas si, heredamos, donde el recurso de amparo o compensación deja de tener sentido. Esta persona ya podría decir "me llamo fulano de tal y ERA alcoholico", cuestión que se demuestra en tantos casos donde a través de un proceso de desprogramación, el nieto abstemio comienza a disfrutar de una copa de vino sin mayores inconvenientes, o el reincidente abandona su vieja costumbre de forma natural.

Así, veremos que una adicción puede ser la costumbre de ducharse todos los días sin excepción, o la necesidad de estar enamorados, o el vicio de hablar compulsivamente sin escuchar a los demás, o el hábito del deporte profesional extremo, o la manía del trabajo empedernido, o la rutina de las compras compulsivas, o cualquiera de las variadas ofertas que nos brinda un mundo preñado de recursos para que, las causas, de lo que sea, continúen sin tocar, promocionando un panorama de adictos convencidos de que, quitar el último vagón de un tren, puede ser la solución.

-José Vaso-

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